Don’t panic

Albert Blaya Sensat
4 min readJul 13, 2020

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De porte rompedizo esconde algo que su figura niega aunque, dos o tres segundos después de su primer contacto todo es ya inevitable, irreverente como el propio deporte que practica, de pies bailarines, azotados por una técnica depurada que no se rige bajo ninguna escuela sino bajo la intuición y el divertimento, su abanico de recursos es tan absorbente como ingenuo, pues su relación con su entorno está deformada por una anomia propia de la edad y el talento: el regate como salida, como modus vivendi. El regate como relato. Takefusa Kubo, nipón de 19 años, tiene una ventaja; el futuro, algo etéreo, se le abre en canal, puede vaciarse en él y deformarlo. Es suyo, si quiere.

Hace veinte años del primer álbum de Coldplay — y el mejor, en mi modesta opinión- y en él una canción que abre el CD, quizás como aviso: Don’t panic. Algo que pensamos todos, un sentimiento universalmente compartido, al ver jugar al bisoño japonés durante la pretemporada con el Real Madrid. Su fútbol, aun incipiente, invitaba a un optimismo exacerbado que forzaba al espectador a un ejercicio autoconsciente de tranquilidad. Don’t panic, nos repetíamos. Su siguiente paso era en cierta manera como lanzar a un niño superdotado en una clase donde tendría que compartir pupitre con alumnos a los que ya había aventajado en lo teórico. Kubo no aprendió desde la pomposidad de ser jugador del Real Madrid, desde el glamour y la excentricidad, sinó que su aprendizaje se ligó a la supervivencia; su fútbol debería desenvolverse y progresar en un contexto que le retaba constantemente. Había dudas, cómo no las iba a haber, pero como todo lo que se enfrenta al talento latente, sucumbieron.

Kubo es, por encima de todo y ahora mismo, un regateador que entiende los retos que el rival plantea como un juego. El sentido lúdico del fútbol, algo que tiende a olvidarse en el futbolista a medida que va creciendo apoderándose de él un sentimiento mucho más rígido, prevalece por encima de cualquier otro y Kubo se dedica a flirtear con el regate, con los amagos y las fintas. Escorado a banda, su zona predilecta es el pico del área derecho y es ahí donde estoy convencido que va a hacer carrera, porque desde esa zona sus recursos se agigantan. Pero vamos por partes. Para llegar hasta allí el Mallorca no tiene herramientas que le ayuden, sino que vive alejado y necesita sobreexplotar el regate para progresar. Seguramente cuando vista de blanco esto no será necesario y el Madrid le va a colocar en esa zona casi por inercia, pero es interesante ver cómo Kubo busca en su alrededor formas de tirar anzuelos y avanzar.

Cuando ha jugado acompañando al punta se le ha visto, a mi parecer, más cómodo y resolutivo porque ha gozado de una libertad que desde la banda, atado a tareas defensivas que implican muchos kilómetros, no tenía. Como segundo punta su tendencia ha sido la misma, caer a banda derecha, pero con más asiduidad, y se ha mostrado como un futbolista que, encima, ha sabido integrar a sus compañeros en un ejercicio de “egoísmo generoso” como decía el escritor Mircea Cartarescu. Porque desde el regate también es posible acoplar a los restantes 10 futbolistas. Bien desde la habilidad para resolver situaciones desde el último pase o gracias a su capacidad para atraer marcas y soltar el balón, el techo de Take pasa por ver hasta qué punto su fútbol es generoso e integrador.

Kubo es un niño prodigio, pero no deja de ser un niño. En su condición de imberbe, su juego es aun fragmentado e inconsistente, motivado también por el contexto guerrillero de un Mallorca que a día de hoy sigue en descenso. A veces da la sensación que el abusar del regate no hace sino acentuar cierto solipsismo en un juego aun iniciático y que, de bien seguro, progresará y se solidificará en el Real Madrid. Su físico liviano -aparentemente- no puede hacernos olvidar que es capaz de sortear rivales gracias a una conducción sostenida y grácil aunque seguramente este no sea un punto que determine su progresión, pues no tiene el tren inferior de Vinícius, pero tampoco es un jugador al que el físico le pese como una losa, sino que es capaz de sacar ventajas reales de él.

El Real Madrid y Take. Ruego a la gente que haga una elipsis y traslade a Rodrygo/ Vinícius al Mallorca y se imagine su fútbol embutido en un equipo que, mayoritariamente, espera recibir más de lo que da. Coincidiremos en que se saldrían de la media, pero Kubo posee algo que hace que sobresalga: un talento innato a la hora de resolver problemas de aparente dificultad. Un jugador distinto, sensible y ágil, que en un futuro pasará de 38 toques por partido a 60, aglutinando fútbol en la que tendrá que ser la banda fuerte del Real en los próximos años ante el ocaso de Marcelo y Kroo -ambos en la treintena-. Odegaard y Kubo, interior y extremo, deberán coger el relevo generacional y trasladar la burocracia hacia el otro costado del río. A priori, el japonés me parece que ya está preparado para dar ese salto y convertirse en un activo importante para el conjunto blanco. Soy de los que cree que entrenar con los mejores convalida cualquier cesión, véase Ansu Fati en el FC Barcelona, y Kubo debe dar el salto.

Sus pies bailan al ritmo de un cerebro que marcha a toda velocidad, y esto es algo que raramente se da, esa perfecta comunión entre los dos entes más importantes para un futbolista. Kubo, Don’t panic. Nosotros ya hace tiempo que asumimos, no sin cierto cosquilleo estomacal, lo que está por venir.

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Albert Blaya Sensat
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Written by Albert Blaya Sensat

Periodista. Escribo para sobrevivir. Un poco de todo. Fútbol y lo que se de.

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