Entrepeneurs y Mendilibar
El confinamiento te descubre hobbies y pasiones ocultas. Las mías, tardías ambas, son las de perderme en el mundillo instagramer entrepeneur, una experiencia esotérica para la que nunca estás preparado. “NetWorking”, “Sé tu propio jefe”, “Metas altas”, “Confianza”, “NuevosRicos”. Un submundo semántico apasionante, con palabras que dejan de ser palabras para transformarse en tiranas, en mantras que dictan vidas llenas de vacío. El entrepeneur comparte algo esencial con aquel entrenador que habla más que hace, que intenta convencer sin terminar de lograrlo nunca: palabras que remiten a la psicología de mercadillo.
Hace dos días me topé con un vídeo de un chico al que se le veía bastante convencido de su mensaje: No tengas miedo al fracaso, el fracaso te hará mejorar y crecer. Me recordó, de forma inevitable, a aquellos titulares posmodernos de los periódicos que venden la precarización de los jóvenes como algo “cool” y trendy. Fracasar “es chupi guay” pero se dejó un detalle: solo si te lo puedes permitir. Lo explicaba Miguel Quintana hace poco. Hay quiénes no nos podemos permitir este lujo, porque fracasar, como todo aquello que evoca tintes heroicos está reservado solo para una minoría. Fracasar es un verbo de connotaciones positivas solo si se es aristócrata. Para nosotros, los que la vemos como una palabra espantosa, es algo de lo que debemos intentar huir. Aunque el fracaso es lo más humano que exista.
El Coaching está de moda como lo están los tatuajes, ser del Liverpool o la Bundesliga. Pero el Coaching, a diferencia de las otras dos opciones, es peligroso. Reconozco que a pesar de mirar todos estos vídeos desde una posición prejuiciosa he dudado. ¿No serán ellos los que tengan razón y hacerse rico es algo mucho más sencillo que comprar el pan? “Si lo visualizas y lo crees, ya está, lo tienes”. Es fácil. En el fútbol, Nuestro Deporte, tenemos tantos ejemplos que es mareante. Tan mareante como pensar en la íntima relación que guarda el coaching con el fútbol, con el relato que lo rodea, de historias de superación que me niego a creer en su gran mayoría. Pero es lo que vende. Las heroicidades y los fracasos. El fútbol va lleno de estas historias.
Y yo solo quiero más tipos como Mendilibar que normalicen todo este show que a veces me genera vértigo y cierta pereza.