Escribir de fútbol sin fútbol

Le he encontrado el placer en aquellas cosas que antes, como mucho, me provocaban un leve cosquilleo desagradable. Ayer planché mientras escuchaba música, encerrado en mi mismo como jamás lo he estado, pensando en cosas que jamás pensé que pensaría y añorando cosas que jamás pensé que añoraría. Descubro que mi habitación tiene una mancha oscurecida en la pared que no había visto. Que le cojo cariño a la canción que odiaba y tarareo su melodía muy a mi pesar. Tengo miedo de terminar comprando cosas en la Teletienda.

Decía Julio Cortázar que “hay ausencias que representan un verdadero triunfo”, y razón no le faltaba. Hay vacíos que llenan, que acompañan y miman. Ahora que nuestras vidas se deben resignificar en un lapso de tiempo corto, que debemos buscar nuevas vías de diversión, de relajamiento, de serenidad, de cabreo, no puedo sino condenar la tremenda injusticia que es tener que hacer del vacío un sitio confortable para terminar pillándole cariño y abandonarlo justo después. Porque qué haremos de todo esto cuando acabe el confinamiento. Jamás volver a la rutina fue un deseo a la vez que una incógnita.

Lo que más nos preocupa es lo que no podemos ver pero intuimos que está ahí. Es jodido, esto. Los humanos estamos programados para saber, queremos saberlo todo, pero debemos normalizar el saber poco, muy poco, casi nada. Porque cuando suceden este tipo de cosas te das cuenta de lo ridícula que es tu existencia. Un poco como cuando tu equipo gana en el 94 con un gol de rebote y habiendo disparado una vez y tratas de saber el por qué, de buscar una explicación razonable para defenderte el lunes ante tus amigos rabiosos. Porque necesitamos entender hasta lo que no se puede entender. Vivimos bordeando el fuera de juego preguntándonos si alguien nos ve. La pelota nunca nos llega.

He comprendido que el vacío se parece mucho a la plenitud y que Leo Messi es lo único capaz de hacer de puente entre ambos estados, que el fútbol de antes siempre fue mejor porque me conecta a un yo que ya no existe y recuerdo, a un momento concreto, que los goles siempre son mejores si entran lamiendo el poste y que escribir de fútbol cuando no hay fútbol es exactamente lo mismo que cuando hay fútbol.