Ilusionarse nunca fue tan fácil

Albert Blaya Sensat
5 min readSep 2, 2021

Si por algo nos enamora el fútbol es porque nos reconocemos en él. Aunque no lo digamos en voz alta por vergüenza o por puro egoísmo, cada momento que vivimos como único en el verde o detrás de la tele se da porque nos interpela, porque genera una relación directa con nuestra aburrida vida. De ahí que nos interese mucho más el fútbol como elemento vertebrador de relatos que el juego en sí, porque nos explicamos a través de él, nos narramos para entendernos. El verano del FC Barcelona ha sido sísmico, una ruptura emocional con una relación tóxica pero terriblemente dulce, tan dulce y sabrosa que uno ya no sabía hasta qué punto le estaba matando. La marcha de Messi y el adiós al Gran Mercado de fichajes no han sido sino dos golpetazos de realidad a aquel chico que seguía enamorado pero ya no sabía cuánto ni de quién lo estaba. A veces el amor no es sino una excusa para seguir contando los días. El Barça vivió así su relación consigo mismo los últimos años.

La masa social del que fue hace no tanto el club más feliz del mundo ha reaccionado con fuegos artificiales a una situación dantesca, tan absurdamente preocupante que no cabía otra opción que la que se dio las semanas previas al adiós de Messi: incoherencia emocional y una burbuja que sostenía un relato que le permitía al aficionado seguir comprando la misma historia de siempre para no tener que aferrarse a la nada, al vacío. El Barça

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Albert Blaya Sensat

Periodista. Escribo para sobrevivir. Un poco de todo. Fútbol y lo que se de.