Koeman en El crepúsculo de los dioses
15 de agosto de 2020. Un cadáver en la piscina. Primer plano, voz en off. Todo amenazaba con derrumbarse, desafiando el obsceno equilibrio que Leo Messi había construido alrededor de su mastodóntica figura. Un equilibrio demasiado frágil, y la sacudida fue demasiado fuerte, prolongada en el tiempo, como un espasmo muscular terrible que le había dejado sin piernas, sin brazos y ya sin ningún músculo capaz de mover un esqueleto que caía a trozos. La debacle ante el Bayern fue el despertar de un sueño. El estallido inevitable. Y a partir de ahí, la nada más absoluta. Ya nada podía sostenerse. El Barça era algo muy parecido a un agujero negro con dientes afilados, amenazando en engullirse a sí mismo. Un Dios agonizando en su crepúsculo sin saberlo.
2 de Abril de 2021. El recuerdo ejerce una presión asfixiante. Es el leitmotiv desde hace una década, una narrativa que se adapta y se moldea, pero que siempre sobrevive. Nadie escapa del doloroso recuerdo. El Barça es un club que no solo compite contra el resto, sino sobre todo contra sí mismo. Es Flaubert buscando durante días el adjetivo adecuado, con la diferencia que el fútbol no te da tiempo, tiene pánico a la página en blanco. No hay mayor industria que esta, y se debe alimentar. Escribir aún cuando no sabes qué. Y el Barça, obsesionado con aquello que un día le permitió ser eterno, aunque solo fuera un tiempo, ha quedado atrapado…