Pedri y la paradoja del físico

No hay nada que tenga más fuerza a la hora de valorar a un futbolista que el prejuicio, que cae como un manto suave pero constrictor sobre el jugador, al que no se le pregunta opinión. Lo que él pueda decir sobre su forma de jugar nos es indiferente, casi gracioso. “Cómo va a ser centrocampista de toque, hombre, ¿Has visto que bíceps?” El prejuicio es mucho más eficaz que la propia palabra de un jugador, pues el público ha generado esa falsa ilusión nociva en la que es soberano de todo cuanto pase en el césped. En ese “el fútbol nos pertenece”, también está el cómo tienen que jugar los jugadores.

El físico de un futbolista es visto como una hoja en blanco donde poder soltar memeces, un folio que nos invita a dictaminar qué puede o no puede hacer el jugador. Pero siempre es una limitación. Por muy exuberante que pueda ser, siempre habrá un chasquido, algo que chirría y hace agrietar la frente a la gente, repostada en sus sillones. Algo que imposibilita el desarrollo de su juego, aunque el jugador no lo necesite. Recordad: el público es soberano. Si Haaland empieza a correr, ante el asombro generalizado, habrá siempre alguien que, levantando un dedo, diga que “con ese físico no puede jugar lejos del área”, como si su potencia fuera a la vez una condena.

En este 2020 hemos asistido a la imposición de un relato. El del Físico. Si antes ya sonaba con fuerza, aún Real…