Políticos de los que reírnos

Albert Blaya Sensat
2 min readNov 5, 2019

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El debate electoral se ha convertido en la excusa. En el preámbulo de una lluvia de memes, viñetas, sátiras y chistes que inundan las redes sociales. Hay quiénes lo miran con cierta ansia, esperando a Albert Rivera y su sinfín de objetos, papeles (adoquines) y mapas. Un Doraemon de estar por casa, con tics nerviofaciales estremecedores y una sonrisa de vendedor ambulante acostumbrado a cambiar de opinión cada día. El debate, para nosotros, que nos jactamos de la mediocridad de nuestra clase política, de lo patético en estos debates, de la sobreactuación y la deformación hasta lo tétrico, es solo una verbena donde sacar a relucir nuestra chispa comediante. Ni siquiera pensamos en lo terrible que es esto.

No me engaño, yo también lo he hecho. No escapo de las redes. El debate, en sí, sirvió para escenificar la puesta en escena de la extrema derecha, más cauta en las formas que sus homólogos, pero con un mensaje que deja helado. Ante las dudas; odio al extraño, a lo desconocido, “porque un país solo es país si tiene fronteras físicas”, hablando de la mujer solo para criminalizar a los chavales inmigrantes. El rostro de Abascal era sereno, impertérrito. Él sabe que mucha gente le compra la bandera como única manta para sus miserias. España lo puede todo. A sus costados, una derecha tiritante y repetitiva (Casado) y una de esquizofrénica (Rivera), que se siente acosado por todos sitios pero solo ve españoles. Y enemigos de españoles. El mundo, polarizado, minimizado hasta lo ridículo.

¿Y la izquierda? Fue un debate en donde apenas tuvieron protagonismo. La izquierda, de tanto que se ha despedazado, ninguneado y chafado, sirve para hacer de telonera a la derecha, que copó la mayoría del debate. Pedro Sánchez se está valverizando. Ya ni siquiera contesta, solo gira la cabeza ante el hundimiento, incapaz de responder a Casado, a Rivera, a nadie. Solo, porque a Iglesias, que siempre lo buscó, le dio la espalda. Como a Valverde, solo le quedan los resultados, de los que hace gala cada día, un resultadismo insuficiente, escaso, pero que tal y como está el patio, “qué más da”, debe pensar. Iglesias, que tiene pinta de volver de un after en bus público, dándole la chapa al pobre conductor, tiró, de nuevo, de seriedad, como si fuera el profe en medio de un patio de colegio. Sus mamadas, y su corbata aflojada quedarán recogidos en todos los memes y chistes de la noche. España, en realidad, quiere eso. Un político del que reírse y no alguien en quién confiar.

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Albert Blaya Sensat
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Written by Albert Blaya Sensat

Periodista. Escribo para sobrevivir. Un poco de todo. Fútbol y lo que se de.

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