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Un fútbol que no nos gusta
Nos atraen los Highlights porque funcionan como nuestra memoria. Por eso los jugadores de Highlights juegan un papel parecido al de aquellos recuerdos que te marcan, que te abrasan y te narran. Por eso Adama Traoré es como aquella noche de verano en la playa, pies hundidos en arena fría y ojos humedecidos por promesas que creías eternas. No hay otro jugador que haya generado tanta expectación en base a un fútbol “que no fue” como el español.
La sociedad de la imagen es tiránica en su modo de funcionar y exprime hasta el máximo el destello que se queda en la superficie. Funciona en el fútbol como en la literatura, el cine o en nuestras relaciones interpersonales. Estamos desarrollando memorias cada vez más frágiles, incapaces de generar discursos que conecten distintas ideas, sino que reaccionan al estímulo visual, almacenando destellos que nos alumbran, pero no iluminan. De tan claro, invisibiliza. De ahí que en el fútbol, deporte que de 90 minutos se juegan 60, los clips de vídeo terminen por borrar el partido en sí, conformando estos vídeos de dos/tres minutos, la memoria colectiva sobre el partido entero.
No es que no nos guste cada vez menos el fútbol. Es que la gente lo mira menos. Nos hemos convertido en gourmets de la nostalgia, esa palabra que cada año que pasa se nos clava un poco más, haciéndonos presos a todos de un pasado que “siempre fue mejor”. Así, mientras…